Agnosticismo y hedonismo.
-¿Cómo se ve usted dentro de 5
años?
-¿Cómo se describe a usted mismo?
-¿Cuáles son sus fortalezas y sus
debilidades?
Estas son las típicas preguntas
en una entrevista de trabajo y, que a mi parecer, están demasiado trilladas y faltas de
originalidad.
Tal vez las personas nunca se
cuestionan sobre su relación con el
mundo y el lugar que ocupan en él ni tampoco cómo se definen respecto de este.
El mundo nos exige que asumamos un determinado rol en varios aspectos que son
de relevada importancia. Los dos más controversiales, al menos así parece ser,
son la religión y la política.
Agnosticismo.
Por definición, agnosticismo, a
diferencia de ateísmo, es la creencia en
algo supremo, no necesariamente un solo ser, sino muchos seres o leyes también,
que gobiernan la parte espiritual de las personas pero cuyo entendimiento está
más allá de la mente humana y, por lo tanto, quienes nos declaramos agnósticos
no nos matriculamos bajo ninguna religión, secta o doctrina ya que, al menos en
mi caso, esto implicaría rechazar todas las demás.
“La religión es el opio del
pueblo” dice la frase atribuida a Carlos Marx. Sin ser comunista, he llegado a
creer que es cierto. Mi aversión a matricularme en este o aquel grupo religioso
se debe a la intolerancia e irracionalidad de los miembros de dichos grupos.
Debo reconocer que en una época de mi vida yo mismo fui parte de uno de ellos y
por ello hablo con conocimiento de causa.
Me crié en un ambiente muy
católico y mi desencanto por esta forma religiosa surgió recién empezando mi
adolescencia. La pereza mental de sus miembros y las incongruencias de su
máximo libro, que en realidad son muchos libros, es lo que más me motivó a
buscar otra fuente de respuestas a mis inquietudes sobre el porqué de muchas
injusticias y a muchas dudas sobre la condición de humano. El
catolicismo también tiene una gran deuda con la humanidad. Su silencio durante
el holocausto de la segunda guerra mundial, sus perversas alianzas con los
reyes de la Europa medieval para mantenerse en el poder, la perversa mal
llamada “santa” inquisición, los miles de seres asesinados por no estar de
acuerdo con sus posturas y entre ellos resalto a aquella mujer excepcional de
la Antigua Alejandría: Hipatia, vilmente torturada y asesinada y cuyo
victimario fue nombrado santo y se le
conoce como “San Cirilo”.
El nuevo catolicismo, en lo que
se refiere a barbarie y sangre, es el fanatismo islamita. En estos tiempos de
los asesinatos en vivo y en directo, hemos sido testigos del salvajismo con que
son degolladas, lapidadas y mutiladas miles de personas ya sea por ser
originarias del “gran satán”, su orientación sexual, su vida sexual entre los
principales. Hablar, o mejor, tratar de hablar con un fanático religioso es
imposible. Prefieren dejar morir a un ser querido a
salvarle la vida debido a sus creencias.
Así que no me hablen de
religiones, no me interesa si eres católico, testigo de Jehová, pentecostal,
adventista… No me interesan tus debates sobre si María es virgen o no; sobre si Jesús era el mesías o no; sobre
si la segunda venida de Jesús está cerca o no. Lo único que me interesa es saber qué le aportas al mundo para hacerlo mejor con tu presencia.
Otro aspecto que me desencantó de las religiones,
de las que conozco, es su recalcitrante estoicismo. Esa visión de la vida no va conmigo. No quiero creer que somos
unos pobres pecadores que merecemos castigo, que somos unos seres que merecemos
las cosas malas que nos pasan. Que el fin está cerca y tenemos que
arrepentirnos –con respecto al fin del mundo, he sobrevivido a tantos que ya
creo que soy inmortal.
Hedonismo.
Disfrutar de la vida… Qué
interesante idea. En estos tiempos modernos, mucho más modernos y esclavizantes
que los que nos mostró Chaplin en su magnífica obra de arte, disfrutar de la
vida es sinónimo de tener. Y para tener hay que producir. Y para producir hay
que trabajar. Y para trabajar hay que sacrificar lo que en verdad nos importa.
Es una ironía-paradoja esto. Queremos disfrutar de la vida, pero para hacerlo
hay que sacrificar lo importante. Sin embargo, creo, esto viene de la premisa
expuesta en la tercera oración de este párrafo. Los medios masivos, en especial
la televisión, nos han vendido la idea de que en el tener se es feliz. Nos han castrado para disfrutar de
aquello que es simple, sencillo, natural y agradable a los sentidos sin
necesidad de tanta parafernalia llena de pixeles y códigos binarios.
El placer va ligado a los
sentidos. Por medio de ellos podemos disfrutar de muchas cosas que no
necesariamente sean sinónimos de tener, de opulencia u ostentación.
Ver una mariposa es algo extraño,
yo me sorprendo cuando veo una. Hace poco tuve la dicha de tener una
posándose en mi mano.
Hay tanto por ver: un arco iris es algo maravilloso. Tratar de
identificar sus siete colores a la distancia y transportarnos a la infancia
cuando aún no habíamos perdido la capacidad de asombro. Ver una iguana cruzar
casi por tus pies. Ver como las letras
se juntan ante tus ojos y forman palabras y esas palabras forman oraciones y
esas oraciones forman párrafos y esos párrafos forman poemas, cuentos, novelas,
libros y deleitarnos con el mundo, o mundos, a los que nos transportan. Ver una
mujer hermosa, la sonrisa de un niño, un perro callejero jugar con otro. Ver un
gatito jugar con una cuerda, pelota, cortina... Nuestros ojos son las mejores
cámaras de video que proyectan sus imágenes en nuestra mente.
Escuchar el sonido de los pájaros
en la madrugada –los que aún podemos hacerlo ya que la selva de cemento cada
vez nos arrincona más. Escuchar una chicharra cantar en la noche. Escuchar una
hermosa melodía como el Adagio Albinoni. Escuchar la voz dulce de una mujer
hermosa e inteligente.
Sentir la lluvia caer en tu cara
sin la presión del tiempo. Caminar descalzo en la grama después de la lluvia –algo
que hacíamos de niños pero ya no. Sentir una caricia, un abrazo. Sentir la piel
del ser deseado y, ojalá, amado; hundirse en su humedad y conectarse íntimamente
mientras las miradas se encuentran llenas de amor y deseo que solo quienes lo
han vivido lo entenderán.
El placer no está en el tener. Nos
han engañado. El placer está en aquello que nos hace sentir vivos; en aquello
que nos hace estremecer y erizar la piel. Ese es el hedonismo que yo busco y no la falsa
ilusión de abundancia.
Cuando en una próxima entrevista
de trabajo me pidan que hable sobre mí, creo que llevaré una copia de este blog
y el próximo puesto que me falta hablar del tercer aspecto por el cual me
defino.